Hijo de un dios menor

Ayer por la tarde, justo antes de comenzar el partido entre Finlandia y España, Juanma Castaño en una mini entrevista a pie de campo pedía a Toni Grande, mano derecha de del Bosque, que justificase o argumentase la suplencia de Víctor Valdés y por ende la titularidad de Iker Casillas. El resultado fue nefasto para el segundo entrenador de la selección. Ni Dolores Cospedal intentando aclarar la “indemnización en diferido” de Luis Bárcenas pudo encontrarse explicando una situación tan incómoda y tan injustificable. Cuando alguien se avergüenza de una decisión y le toca justificarla  empiezan a trabarse las palabras en el umbral del balbuceo y los mensajes empiezan a carecer de significado al ser prisioneros de un bucle dominado por el “decir sin decir nada”.

Hace un tiempo Del Bosque confirmó, en una entrevista concedida a la cadena ser, que jamás pisaba los entrenamientos de los clubes y que tampoco mantenía comunicación alguna con los entrenadores de Real Madrid, Barcelona u otros equipos  salvo raras excepciones. Si a esto le sumamos que la mayoría de sesiones las realizan todos los conjuntos a puerta cerrada, cabría preguntarse cómo es posible que desde su despacho en la Federación o desde el salón de su casa, del Bosque conozca el estado de forma en el que se encuentran suplentes como Ahora Casillas o Arbeloa y anteriormente suplentes  como Raúl Albiol o Fernando Torres. En este mismo sentido pero con un resultado inverso sería interesante preguntarse el motivo por el que Fernando Llorente o Dani Güiza desaparecieron de la selección al ser engullidos por su vía crucis particular. Si despojamos a nuestro seleccionador de la capacidad de saltarse las leyes físicas de la observación y si le privamos de la posibilidad de utilizar poderes sobrenaturales, solo nos queda la conclusión de que Vicente del Bosque lleva a una serie de jugadores por puro amiguismo, a otros los convoca por valija diplomática y a otros por mantener el status quo mediático.

La importancia deportiva de escoger entre Valdés o Casillas para disputar un partido ante Finlandia con una clasificación prácticamente asegurada es completamente nula. Porque no tratamos un problema de raíz técnica o física, sino que hablamos de humanidad y de justicia. Hablamos de un recurso tan estirado en el fútbol como es el del ejemplo para los niños, que se tuerce con estos mensajes al decirles que la vida y las recompensas no se basan en el esfuerzo y el mérito, sino en el amiguismo y los favores prestados. Al decirles que la selección se ha convertido en un espejo cristalino de un sistema social que en España toca fondo, donde solo puede ser banquero el hijo del banquero y porquero el hijo del porquero y donde pase lo que pase Casillas siempre será el portero. Adiós al presente y al futuro, buenos días pasado, porque si mañana Casillas se lesiona, que levanten del butacón en la playa de la concha a Arconada, que le echen un tinte, le enfunden los guantes de Casillas y le den el número uno de la selección por el gran historial que tiene y lo gran portero que fue.

Bienvenidos a la España de los favores prestados y los servicios cumplidos, bienvenidos al ocaso de la meritocracia, hola nombres y adiós hombres. Los premios, el respeto y el cariño que ha de recibir Iker Casillas ya los recibió en su momento. Los unos en unas cuantiosas primas económicas cada vez que asiste a una convocatoria o gana algún título y los otros ya los recibe cada día por parte de compañeros y aficionados que hace un año le consideraban el mejor portero del mundo y que hoy hacen bien en limitarse a comprender su situación. La campaña mediática inyectada en las últimas semanas por las venas de casillas empieza a provocar los primeros efectos secundarios en contra del propio portero, pues no son pocos los que comienzan a otear una figura con guantes de cartón piedra y cremita en la cara donde antes veían a un hombre con status conquistado a base de paradones y no de portadones.

La violencia no se resuelve con violencia y la injusticia no se apaga con más injusticia. La situación tan dramática que está viviendo el portero madridista es por un capricho de Mourinho, una venganza urdida y ejecutada en la oscuridad de un callejón sin salida. Es una historia de desprecio y aprecio. Mourinho se cargó a Iker por desprecio puramente personal y Del Bosque se carga a Valdés por puro aprecio personal a Casillas. Tan lamentable por tanto, la actitud del entrenador portugués como la del español, en la misma medida y con igual trascendencia. Razonablemente, el único que parece tener juicio en esta historia es Ancelotti, pues el técnico italiano, lejos de filias y fobias, se limita a observar y decidir. Y se decide por Diego López por la única razón que en estas historias ha de tener peso, se decide por el portero que ve en mejor forma y probablemente Diego López esté, al igual que Valdés, en mejor forma que Casillas por el simple hecho de haber recibido la confianza, seguridad y continuidad que el otro no ha tenido desde hace meses.

Vicente del Bosque cree que debe y puede desactivar la bomba de relojería que Mourinho dejó en el vestuario madridista. Sin embargo, la ceguera del técnico salmantino no parece permitirle ver que Mourinho no solo dejó una bomba, sino que dejó dos. Porque si Diego López sigue jugando en el Real Madrid y lo sigue haciendo de forma intachable como hasta ahora, sin convocarle del Bosque multiplicaría la injusticia por dos. Un tiro por la culata que acabaría en la cabeza de Pepe Reina y que tarde o temprano dejará a Valdés como titular, a López como segundo y a Casillas como tercero si Ancelotti no comete otra injusticia para remediarlo.

Víctor Valdés también tiene padres, amigos y seguidores, no tiene medios de comunicación arrojados a sus pies, pero al igual que Casillas también tiene dios, aunque ayer se demostró que el portero catalán es hijo de un dios menor.