"A relaxing cup of café con leche en la plaza Mayor"

Hay pocas ocasiones en las que una sola frase puede resumir de forma tan certera una situación tan extensa. El “espanglis” utilizado por la Ilustrísima Alcaldesa de Madrid, Ana Botella, en la exposición de la candidatura para las olimpiadas de 2020 contiene tanta ambivalencia, tanto sarcasmo y tanta ambigüedad como la propia candidatura. Unas horas antes el presidente del COE, Alejandro Blanco, esgrimía un motivo igual de razonable que el resto de argumentos esgrimidos durante su exposición oficial para que Madrid fuese elegida como sede de las codiciadas olimpiadas: “Madrid tiene una baza muy especial, dios va con Madrid 2020". Mariano Rajoy afirmó el día anterior desde Rusia, a propósito de la elección, que "España es un país con mucho atractivo, buen tiempo, gastronomía, muchas cosas que ver y gente simpática".

 

Alcaldesa, Presidente del COE y Presidente del Gobierno; Café con leche, dios y gente simpática. Con estas frases retumbando en los oídos y con la recreación 3D del Tokio olímpico y su vídeo de presentación díganme si a alguien le podían quedar  ganas de votar a Madrid.

La candidatura española aseguró que el 80 % de las instalaciones ya estaban construidas, por lo que la cifra a invertir sería de unos 1.940 millones de dólares, muy lejos de los 4.400 millones de Tokio. O visto de otro modo, según la candidatura madrileña, que un desempleado se compre un BMW es más factible que Amancio Ortega se compre un Ferrari. Ambigüedad y locura para un país en plena crisis económica y para el ayuntamiento más endeudado de España, ambigüedad y locura que en Italia su primer Ministro de la época supo zanjar en un párrafo: “No podemos correr riesgos después de los sacrificios que hemos pedido a los italianos. El gobierno no se siente capaz de asumir este compromiso financiero, que podría resultar gravoso de un modo impredecible sobre Italia. Debemos ser muy respetuosos en este momento”. Así, por respeto a sus ciudadanos y sin la necesidad de desplazar a argentina a 180 personas entre políticos, miembros de federaciones, deportistas y famosos, sin necesidad de editar un video y sin pasar el bochorno de hablar en el idioma de Shakespeare cuando a duras penas hablas en el tuyo propio, Mario Monti puso fin a la paralela locura Romana de celebrar unos juegos en una coyuntura similar  a la ciudad madrileña.

 “A relaxing cup of café con leche en la plaza Mayor”. Ambigüedad impoluta de la señora Aznar donde se mezcla lo anglosajón y lo castizo, lo vanguardista y lo tradicional, la pretensión de inteligencia y la definitiva idiotez. La misma ambigüedad que atesoran las palabras del Presidente de la Comunidad, Ignacio González: "Madrid 2020 está garantizado por los tres estamentos. La Comunidad de Madrid tiene una economía sólida, con un crecimiento positivo. El 40% de las empresas extranjeras están en Madrid y el 25% de las nuevas empresas se crean en Madrid”. Quizás los miembros del COI pensasen tras escucharle que Madrid gozaba de tanta prosperidad económica que sería más justo entregarle los juegos a un Tokio más necesitado.

El espíritu olímpico, basado en que lo importante es participar, traicionado sin intención por una candidatura madrileña repleta de deportistas ganadores o triunfadores en sus diferentes disciplinas. Se echó de menos un perdedor entre tanto ganador y se echó de menos que la gente ávida de olimpiadas y envueltas en su espíritu ante la puerta de Alcalá aguantase un poco más para conocer el ganador y no marcharse en desbandada tras saberse derrotados. O quizás alguien le pregunte la próxima vez al presidente de la comunidad de Madrid si considera espíritu olímpico machacar literalmente con un reportaje bochornoso en la televisión pública madrileña a un deportista como Messi por prever erróneamente que la estrella argentina no iba a apoyar su candidatura. Sería interesante preguntarse cuál es la verdadera Madrid olímpica, si la que mostro la expedición madrileña en Argentina o la que vemos todos los días en España. Cabría preguntarse si esta es la España de Pau Gasol o la de Luis Bárcenas, si es la del Príncipe Felipe o la de su cuñado, si es la España del espíritu olímpico o la de los sobresueldos, si es la España de la Caja Mágica o la del Madrid Arenas el pasado fin de año…

Quizás la candidatura madrileña cazó el oso antes de regar el madroño y recibió la enésima cura de humildad que incluso hoy airean medios de comunicación internacionales. Quizás la candidatura madrileña pensase que estos asuntos internacionales se arreglan al estilo español, como cuando el Ayuntamiento de Madrid hace doce años pagó 30 millones de pesetas para promoción a cada una de las 24 federaciones deportivas de nuestro país y ganarse así su voto para dar el codazo definitivo a la candidatura Olímpica de Sevilla en la carrera doméstica.

Lo que derrotó a Madrid 2020 no fue su exposición ni su escasa influencia, ni sus infraestructuras ni el inglés de Ana Botella, ni tan siquiera la ausencia del desaparecido Juan Antonio Samaranch. Lo que derrotó a la candidatura española es su día a día, su auténtica realidad detrás del humo vendido un buen día de septiembre en Argentina, su cuesta de enero que acaba en diciembre, sus casos de corrupción, su tasa de desempleo, su casta política y su paraíso de falsas prioridades. Los JJOO se han convertido en una ambición megalómana de países aburridos y estados ricos con una buena imagen que propagar. Y España desgraciadamente no se encuentra ni en un caso ni en el otro. Tenemos pan para una semana pero el COI nos ha robado el circo porque pensamos que somos un camaleón transparente al que nadie puede ver desde el extranjero. Como si nadie tras los pirineos se sorprendiese del resultado de la operación Puerto, o en EEUU obviasen que Armstrong vivía, comía y se dopaba en España, o como si a nadie le extrañase el apoyo político, público y notorio recibido por Alberto Contador, el escaño de la indignada Marta Domínguez, o como si la Real Sociedad Fuese un equipo chipriota.

Si bien Ana Botella refleja en una sola frase el escaparate de humo madrileño en Argentina, Nawal El Moutawakel, atleta marroquí que ganó la medalla de oro de los 400 metros vallas en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984 y que ejerció su derecho a voto en la sesión plenaria celebrada en Buenos Aires, resume la realidad olímpica española en una frase menos populista pero más contundente: "Creemos que España debe invertir sus recursos económicos en materias más importantes que los JJOO".